La Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI) realizará del jueves 13 al domingo 16 de diciembre, en El Cinematógrafo de Barranco y el Centro Cultural CAFAE–SE, una breve pero significativa Muestra de Cine Regional, que toma el pulso a la cada vez mayor producción del interior del país, que en los últimos años han enriquecido el rostro del cine nacional.
Se trata de un conjunto de filmes de ficción, documental y animación, con variadas propuestas de terror, melodrama, comedia y drama, realizados en las regiones de Andahuaylas, Arequipa, Ayacucho, Cajamarca, Cuzco, Huaraz, Ica, Moquegua, Puno, Trujillo y Tacna.
Las películas provienen de diversos procesos de realización, entre emprendimientos casi individuales y proyectos concebidos en intensivos talleres populares, y lucen parte de la diversidad lingüística y cultural del Perú, incluyendo cortos en los idiomas quechua y aymara.
La Muestra de Cine Regional se inaugurará el jueves 13 en El Cinematógrafo de Barranco con el estreno absoluto a nivel nacional de La casa embrujada, opera prima del juliaqueño Joseph Lora. En esta cinta de terror, los espíritus malignos de una antigua vivienda acosan a una familia recién llegada, que los enfrenta con el liderazgo de Jovita, una despierta niña de 9 años, y su abuela, la única que conoce la leyenda.
El mismo Joseph Lora presentará el corto animado Pisaca Pankaritampi Tayca Tiwulampi, realizado en la lengua aymara, que narra la historia de una zorra que pierde tontamente a sus cachorritos por pretender apropiarse de lo ajeno.
Además, se proyectará el corto animado Maíz, de los cuzqueños Alfredo Velarde y Valerie Velasco, alegoría de lo efímero de la libertad y el arrebato de la muerte.
En El Cinematógrafo también se verán Los actores, del trujillano Omar Forero, mirada minimalista de las vivencias de un grupo de citadinos personajes; el proyecto Warasqa Kichwa Markam, de Erick Aquino, cuarteto de cortos documentales realizados en el idioma quechua que dan a conocer las costumbres de la población aledaña a la Cordillera Blanca; y una selección del taller especializado El Otro Documental y la Caravana Documental I, II y III, programas organizados en el norte, centro y sur del Perú por el Documental Independiente Peruano (DIP).
Asimismo, desde el viernes 14 el Centro Cultural CAFAE–SE exhibirá El encuentro de dos mundos, la otra cara, parodia del cajamarquino Héctor Marreros sobre la llegada de las huestes de Francisco Pizarro que marcó el inicio de la dominación española; la versión remasterizada de El abigeo, del puneño Flaviano Quispe, adaptación de uno de los Cuentos andinos de Enrique López Albújar, que relata la presión de una comunidad sobre un poblador acusado de abigeato; y Mónica, más allá de la muerte del arequipeño Roger Acosta, historia fantástica en la que un joven descubre paulatinamente que la hermosa mujer con la que sostiene un romance, en realidad parece ser un fantasma.
La Muestra de Cine Regional es la primera de diversas actividades que la Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI) tiene previstas en su rol de difusión de la cultura cinematográfica en nuestro medio.
Programación
El Cinematógrafo (Av. Pérez Roca 196 Barranco, altura cuadra 4 Av. San Martín)
Entrada: 6 nuevos soles.
Jueves 13 – domingo 16, 8 p.m.
Jueves 13
ESTRENO NACIONAL: La casa embrujada (2007), largometraje de Joseph Lora.
Pisaca Pankaritampi Tayca Tiwulampi (2007), corto animado de Joseph Lora.
Maíz (2007), corto animado de Alfredo Velarde y Valerie Velasco.
Viernes 14
Los actores (2007), largometraje de Omar Forero.
Sábado 15
Warasqa Kichwa Markam (2007), cuarteto de cortos documentales de Erick Aquino: Piteq, Llupa, Wanchaq y Waras.
Documental Independiente Peruano (DIP) – Taller El otro Documental
Arte Facto, corto de Luisa García, Verónica Pérez y Víctor Chang.
Siéntase seguro, corto de Anahí Chaparro, Lucía Diez Canseco y Juan Francisco Chávez.
Gris Cantabile, corto de Renato Neyra, Dani Tsukamoto y Néstor Valdivia.
Domingo 16
Documental Independiente Peruano (DIP) – La Caravana Documental I, II y III
Selección de cortos dirigidos por jóvenes autores de Andahuaylas, Arequipa, Ayacucho, Cajamarca, Cuzco, Ica, Moquegua, Puno y Tacna, producidos entre 2005 y 2007 en las ediciones de La Caravana Documental, programa de difusión, enseñanza y realización de cine documental en diversas zonas del país.
Centro Cultural José María Arguedas CAFAE–SE (Av. Arequipa 2985 San Isidro)
Ingreso libre.
Viernes 14 – domingo 16, 7:30 p.m.
Viernes 14
El encuentro de dos mundos, la otra cara (2007), largometraje de Héctor Marreros.
Sábado 15
El abigeo (2001), largometraje de Flaviano Quispe. Versión remasterizada.
Domingo 16
Mónica, más allá de la muerte (2006), largometraje de Roger Acosta.
Warasqa Kichwa Markam (2007), cuarteto de cortos documentales de Erick Aquino: Piteq, Llupa, Wanchaq y Waras.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
martes, 27 de noviembre de 2007
Pantalla interior
La coyuntura lo ameritaba. Ante la proliferación de Blogs peruanos relacionados al cine, resultaba paradójica la ausencia de alguno que se ocupe en exclusiva del más autóctono de todos: el que se hace en las afueras de Lima por realizadores oriundos del interior del Perú. Más aún cuando el cine de provincia goza en la actualidad de una presencia preponderante. Y no solo porque las películas regionales abarrotan las salas, teatros y municipalidades en las que se presentan, permaneciendo en “cartelera” por semanas y hasta meses; sino porque aparecen como alternativa identitaria frente a las “occidentalizadas” producciones que los medios de comunicación nos presentan de manera uniforme.
PANTALLA INTERIOR se compromete a dar cuenta, aproximadamente cada veinte días, de ese otro cine. Cada entrega estará conformada por noticias vinculadas de alguna u otra manera al quehacer audiovisual del interior del Perú; entrevistas a un determinado director provinciano, críticas de sus películas y artículos relacionados a su obra o al cine regional en general. Los Artículos, Ensayos, Críticas y Comentarios serán tomados en su mayoría de medios impresos y virtuales; pero habrán también textos escritos por críticos amigos en exclusiva para este Blog. Las entrevistas, notas informativas y de opinión correrán por cuenta del que suscribe.
Esta primera edición estará dedicada no a uno sino a dos de los principales cineastas del interior: Flaviano Quispe y Mélinton Eusebio. Esta entrega especial también incluye un comentario acerca del Primer Festival Nacional de Cine Independiente (FENACI), que se llevó a cabo entre el 14 y el 16 de noviembre en el Auditorio Petroperú. Para una próxima edición estará listo un CATALOGO PERUANO DE PELÍCULAS DEL INTERIOR, que pretender incluir todas las producciones realizadas en cine o video en nuestro país desde el documental El Oriente Peruano (1921) a la fecha. Cualquier tipo de aporte que pueda nutrir el dichoso Catalogo es bienvenido.
Más que como manifestación artística, el cine del interior se hace urgente como espejo cultural, instrumento de representación popular, o documento social. Lamentablemente, aún no ha surgido un cineasta del ande o de la selva capaz de superar sus limitaciones (presupuestos exiguos o casi inexistentes, falta de apoyo institucional, ausencia de preparación profesional, equipo técnico inadecuado, etc.) para entregarnos un producto rico en su precariedad, a la manera de los que en su momento nos presentarón directores de la talla de Glauber Rocha, Nelson Pereira Do Santos, o Fernando Solanas. Desde aquí nos mantendremos alertas, si es posible, hasta que eso suceda.
Diego Cabrera
Entrevista Mélinton Eusebio
Estado de miedo
Ahora que menciona su traslado a la capital ¿encuentra grandes diferencias entre la mitología urbana y la rural?
Por supuesto. En la serranía la gente le tiene muchísimo miedo a la oscuridad. En muchos lugares la gente se mete a sus casas a partir de las 6 de la tarde, debido a la falta de electricidad. Esa oscuridad hace que el Jarjacha sea más temido. En la ciudad, en cambio, la gente le teme a la sangre que emana de accidentes y mutilaciones. Creo que también le temen a los fantasmas. Al misterio de la vida después de la muerte.
Las fotos correponden a dos escenas de la película Almas en pena y al rodaje de Jarjacha: El Demonio del Incesto, respectivamente.
Muchos cineastas encuentran el terror como el medio idóneo para extrapolar los traumas e inquietudes de la sociedad. Dos ejemplos tácitos de ello los podemos encontrar en las películas del Movimiento Expresionista Alemán y de la Serie B norteamericana. Paradójicamente, en ambos casos la guerra fue la semilla del arte. El caso peruano no es diferente. Mélinton Eusebio, responsable de la primera película nacional de género fantástico realizada y producida íntegramente por peruanos, es uno de los tantos hijastros del conflicto armado interno que sufrió el país durante las décadas del ochenta y noventa. Con tres producciones a cuestas y una más en camino, este cineasta ayacuchano no solo representa al cine de horror en nuestro país, sino a toda una generación de artistas llamados a renovar el cine y la cultura nacional.
¿En que momento decidió hacer carrera en el cine?
Resulta que de niño era el típico chanconcito, siempre participaba en las actividades del colegio, entre ellas el teatro. A la par, comenzaba a coleccionar bolsilibros (llegue a tener, junto con mi hermano, cinco baúles llenos). Tener tantas historias en la cabeza comenzó a despertar la creatividad en mí. Me imaginaba historias, y me escapaba del colegio solo para pensarlas. Recuerdo que me alejaba a un parque y soñaba con ellas. Fue entonces que me plantee la posibilidad de filmar esas historias, y reuní a un grupo de personas dedicadas a la grabación de bautizos y fiestas, y les propuse la idea de hacer películas. Desde entonces veo cine y televisión con otros ojos.
Sucedió algo curioso en relación a sus películas. Me refiero al cambio de registro que se da entre Lágrimas de fuego, tu primera película, y las dos subsiguientes. Pasa de un cine netamente social, en el que trata el mundo de las pandillas, a otro fantástico.
Con las pandillas pretendía reflejar la realidad de ese momento. La intención era seguir haciendo películas y así fui buscando historias. No quiero que me encasillen en ese género. Yo por ahora tengo esa obligación, para invitar a mis colegas a que miren también otros géneros. Pero mi intención final es desnudar al hombre en sus traumas, y sus valores. Dejar descubierto al ser humano, trabajar en su inconsciente. El problema es que ese tipo de cine no vende.
Y usted quiere vender.
Algunos críticos me dicen que los provincianos tienen q perseguir un lenguaje cinematográfico más comercial, más occidental. Pero si llegáramos a ese punto le daríamos la espalda a nuestro espectador más fiel. En provincias, con escenas repetitivas la gente se divierte. Si me adecuase a un lenguaje más citadino, el poblador andino no se complementaría con las escenas de mis películas. Yo he encontrado esa peculiaridad en gente que jamás en su vida ha entrado a una sala de cine.
Claro. Es lógico que en un país tan fraccionado como el nuestro a la gente le cueste llegar a un entendimiento. Una forma de menospreciar el trabajo de ustedes, los cineastas del interior del Perú, es a través de esa sugerencia que me comenta.
Los críticos creen q porque han leído periódicos, porque tienen mayor acceso a información, o por cuestiones intuitivas son capaces de entender el mundo del ande. Hay que reconocer que es un contexto diferente, incomparable, al punto que no existen términos bajo los cuales nos pueda catalogar. Hay zonas del interior donde se hace muchísimo cine, Cusco, Ayacucho, Puno, Junín, pero poner a todos en un mismo saco es como darnos la espalda. No se nos presta la atención debida.
¿Por qué hasta ahora no podemos ver en Lima su tercera película, Almas en pena, si ésta terminó su proceso de post-producción el año 2005?
Justamente, acabo de regresar de su estreno en Ancash. Lo que sucede es que en Ayacucho pegó de tal manera que decidí hacer un tour nacional, y estoy a la espera de poder estrenarla en Lima.
Resulta que de niño era el típico chanconcito, siempre participaba en las actividades del colegio, entre ellas el teatro. A la par, comenzaba a coleccionar bolsilibros (llegue a tener, junto con mi hermano, cinco baúles llenos). Tener tantas historias en la cabeza comenzó a despertar la creatividad en mí. Me imaginaba historias, y me escapaba del colegio solo para pensarlas. Recuerdo que me alejaba a un parque y soñaba con ellas. Fue entonces que me plantee la posibilidad de filmar esas historias, y reuní a un grupo de personas dedicadas a la grabación de bautizos y fiestas, y les propuse la idea de hacer películas. Desde entonces veo cine y televisión con otros ojos.
Sucedió algo curioso en relación a sus películas. Me refiero al cambio de registro que se da entre Lágrimas de fuego, tu primera película, y las dos subsiguientes. Pasa de un cine netamente social, en el que trata el mundo de las pandillas, a otro fantástico.
Con las pandillas pretendía reflejar la realidad de ese momento. La intención era seguir haciendo películas y así fui buscando historias. No quiero que me encasillen en ese género. Yo por ahora tengo esa obligación, para invitar a mis colegas a que miren también otros géneros. Pero mi intención final es desnudar al hombre en sus traumas, y sus valores. Dejar descubierto al ser humano, trabajar en su inconsciente. El problema es que ese tipo de cine no vende.
Y usted quiere vender.
Algunos críticos me dicen que los provincianos tienen q perseguir un lenguaje cinematográfico más comercial, más occidental. Pero si llegáramos a ese punto le daríamos la espalda a nuestro espectador más fiel. En provincias, con escenas repetitivas la gente se divierte. Si me adecuase a un lenguaje más citadino, el poblador andino no se complementaría con las escenas de mis películas. Yo he encontrado esa peculiaridad en gente que jamás en su vida ha entrado a una sala de cine.
Claro. Es lógico que en un país tan fraccionado como el nuestro a la gente le cueste llegar a un entendimiento. Una forma de menospreciar el trabajo de ustedes, los cineastas del interior del Perú, es a través de esa sugerencia que me comenta.
Los críticos creen q porque han leído periódicos, porque tienen mayor acceso a información, o por cuestiones intuitivas son capaces de entender el mundo del ande. Hay que reconocer que es un contexto diferente, incomparable, al punto que no existen términos bajo los cuales nos pueda catalogar. Hay zonas del interior donde se hace muchísimo cine, Cusco, Ayacucho, Puno, Junín, pero poner a todos en un mismo saco es como darnos la espalda. No se nos presta la atención debida.
¿Por qué hasta ahora no podemos ver en Lima su tercera película, Almas en pena, si ésta terminó su proceso de post-producción el año 2005?
Justamente, acabo de regresar de su estreno en Ancash. Lo que sucede es que en Ayacucho pegó de tal manera que decidí hacer un tour nacional, y estoy a la espera de poder estrenarla en Lima.
Me imagino que debe ser bastante complicado producir una película en el Ande.
Mira, la persona interesada en hacer cine en provincias tiene q ser multifacético. En mi caso he sido hasta boletero. Créeme que todo eso repercute en el trabajo final. Además, allá no contamos con gente debidamente capacitada, no hay profesionales, ni buenos equipos. Estamos hablando de un cine que se realiza de manera muy precaria. Para graficarte mejor la idea, Lágrimas de fuego concluyó cuando teníamos rodado tan solo el 70% del guión; Jarjacha el 55%. Lo más crítico ha sido la cuestión técnica, la escasez de presupuesto. Puede sonar a justificación, pero es la realidad.
Bueno, pero en el caso de Jarjacha ese 55% fue una contundente carta de presentación. ¿Cuál es el origen de ese proyecto?
Me encontraba buscando una historia interesante para mi segunda película, cuando de pronto me di con la sorpresa de que nunca se había hecho terror en el Perú. Los temas que se hacían en Lima eran trillados, y esto era totalmente distinto. De alguna manera, quería convertir al Jarjacha en nuestro monstruo bandera.
¿Y lo consiguió?
Mira, sin saberlo, Jarjacha se exhibió en Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina. Incluso la habían traducido al portugués. Eso afianza mi convicción de que un demonio andino vende, no sólo al Perú sino en el extranjero. No quise guiarme por intereses comerciales, pero sabía que como era una leyenda conocida no podía desligarme mucho de ella, tenía que ceñirme al mito. Sin embargo, mi película tiene un toque personal: el demonio y toda su iconografía: el escupitajo como arma; el pico, instrumento fundamental de los campesinos en el ande; y el espejo, el reflejo de la vergüenza, como antídoto. Lo bueno es que la gente en el ande no ha sido indiferente con mi creación. Puedo jactarme de haberle dado un rostro al Jarjacha. Ahora ellos saben como es, antes no podían imaginárselo. En Latinoamérica ya conseguí mi objetivo, pero aún me falta. El Jarjacha es tan exportable como cualquier monstruo de la Universal.
En un principio usted pensaba realizar una segunda parte. ¿Qué pasó?
Dado que la primera parte se mantuvo por 10 semanas en cartelera en un cine capaz de albergar a 1200 personas, planteaba realizar una secuela. Pero de pronto apareció un nuevo Jarjacha (el de Palito Ortega), y tuve que paralizar el proyecto. Es lamentable que en nuestro medio exista gente así. La gente esperaba una segunda parte, y esa persona se aprovechó de la coyuntura confundiendo a las personas lanzando su Jarjacha como si fuera una segunda parte del mío. Pienso que el artista debe tener una esencia única. Los artistas tienen una personalidad más subliminal. Allí no encaja el figuretismo, la ambición desmedida. Cuando le reclamé explicaciones, él sólo se remitió a decirme: “el mercado es el mercado”. Lo más lamentable es que esa persona ha levantado un mito sobre otro mito. Me refiero a que él quiere hacerle creer a la gente que es el autor del Jarjacha. Para ello me ha acusado en más de una oportunidad de plagio.
Y al llegar a Lima, al margen de la polémica sobre la autoría del Jarjacha, ¿qué otras sorpresas se llevó?
Cuando llegué de Ayacucho, yo pensaba encontrar mayor recepción, y un clima más propicio de trabajo. Sin embargo, la situación es similar a la que viví en Ayacucho. En vez de recibir apoyo, lo único que encontré fue cizaña y envidia.
Bueno, pero en el caso de Jarjacha ese 55% fue una contundente carta de presentación. ¿Cuál es el origen de ese proyecto?
Me encontraba buscando una historia interesante para mi segunda película, cuando de pronto me di con la sorpresa de que nunca se había hecho terror en el Perú. Los temas que se hacían en Lima eran trillados, y esto era totalmente distinto. De alguna manera, quería convertir al Jarjacha en nuestro monstruo bandera.
¿Y lo consiguió?
Mira, sin saberlo, Jarjacha se exhibió en Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina. Incluso la habían traducido al portugués. Eso afianza mi convicción de que un demonio andino vende, no sólo al Perú sino en el extranjero. No quise guiarme por intereses comerciales, pero sabía que como era una leyenda conocida no podía desligarme mucho de ella, tenía que ceñirme al mito. Sin embargo, mi película tiene un toque personal: el demonio y toda su iconografía: el escupitajo como arma; el pico, instrumento fundamental de los campesinos en el ande; y el espejo, el reflejo de la vergüenza, como antídoto. Lo bueno es que la gente en el ande no ha sido indiferente con mi creación. Puedo jactarme de haberle dado un rostro al Jarjacha. Ahora ellos saben como es, antes no podían imaginárselo. En Latinoamérica ya conseguí mi objetivo, pero aún me falta. El Jarjacha es tan exportable como cualquier monstruo de la Universal.
En un principio usted pensaba realizar una segunda parte. ¿Qué pasó?
Dado que la primera parte se mantuvo por 10 semanas en cartelera en un cine capaz de albergar a 1200 personas, planteaba realizar una secuela. Pero de pronto apareció un nuevo Jarjacha (el de Palito Ortega), y tuve que paralizar el proyecto. Es lamentable que en nuestro medio exista gente así. La gente esperaba una segunda parte, y esa persona se aprovechó de la coyuntura confundiendo a las personas lanzando su Jarjacha como si fuera una segunda parte del mío. Pienso que el artista debe tener una esencia única. Los artistas tienen una personalidad más subliminal. Allí no encaja el figuretismo, la ambición desmedida. Cuando le reclamé explicaciones, él sólo se remitió a decirme: “el mercado es el mercado”. Lo más lamentable es que esa persona ha levantado un mito sobre otro mito. Me refiero a que él quiere hacerle creer a la gente que es el autor del Jarjacha. Para ello me ha acusado en más de una oportunidad de plagio.
Y al llegar a Lima, al margen de la polémica sobre la autoría del Jarjacha, ¿qué otras sorpresas se llevó?
Cuando llegué de Ayacucho, yo pensaba encontrar mayor recepción, y un clima más propicio de trabajo. Sin embargo, la situación es similar a la que viví en Ayacucho. En vez de recibir apoyo, lo único que encontré fue cizaña y envidia.
Ahora que menciona su traslado a la capital ¿encuentra grandes diferencias entre la mitología urbana y la rural?
Por supuesto. En la serranía la gente le tiene muchísimo miedo a la oscuridad. En muchos lugares la gente se mete a sus casas a partir de las 6 de la tarde, debido a la falta de electricidad. Esa oscuridad hace que el Jarjacha sea más temido. En la ciudad, en cambio, la gente le teme a la sangre que emana de accidentes y mutilaciones. Creo que también le temen a los fantasmas. Al misterio de la vida después de la muerte.
Ese deambular en medio de sombras tiene también una implicancia sociopolítica. Ustedes han convivido por casi veinte años con el terror.
Exacto, y por eso la gente del ande vive más atemorizada. Es como si nos gustara sentir miedo. De otra manera no se puede entender el que abarroten las salas de cine para aterrorizarse. Es una especie de catarsis. Sentir miedo y pensar que has convivido con el terror o con la muerte, es algo familiar para nosotros. En Lima se convive de otra manera con el terror. Acá se siente menos. Mira la prensa sensacionalista por ejemplo. Siento que la gente cada vez se asusta menos. Para asustar tienes q recurrir a otras fórmulas.
En ese sentido, hacer terror es bastante complicado Sin embargo, usted insiste (risas) Y ahora es el turno de la Casa Matusita. Supongo que filmarla habrá sido uno de sus principales motivos para mudarse a la capital. ¿Cómo así surge el interés por ese fantasmagórico lugar?
Yo vengo a Lima desde hace tiempo. Mis hermanos viven acá, pero desde hace un año decidí mudarme con ellos para abocarme de lleno en el proyecto. Me dio curiosidad el temor que ese lugar despertaba en los limeños. Me llamó la atención como es que, habiendo tanta gente hacinada en Lima, nadie se atreva a habitar esa casa. Mi intención era aclarar ese miedo.
¿Y cómo va el proyecto?
Lamentablemente hemos tenido muchos obstáculos, tanto a nivel presupuestal como logístico. El local está clausurado, así que es imposible filmar en su segundo piso. Ahora pienso armar un escenario parecido y enfocar la parte exterior, pero hay complicaciones legales al respecto.
Hemos hablado de temores andinos y urbanos de manera general, pero no de los suyos en particular. ¿Podría contarnos qué le atemoriza?
Siempre he sido una persona timorata. Le temo sobre todo a tres cosas: a los perros, a las mujeres y a los fantasmas. En el primer caso, resulta que los perros y sus colmillos tienen cierta afinidad conmigo, por ello, al verlos, procuro cruzar a la vereda de enfrente. Con respecto a la mujer, me baso en la experiencia para afirmar que una mujer despechada es altamente peligrosa. Cuando están cargadas de emotividad, cuando están cegadas, son capaces de cometer los crímenes más horrendos. En el caso de los fantasmas, me sucede algo curioso: no puedo asistir a funerales, ni a sepelios, y mucho menos darme el lujo de complacer mi morbo viendo muertos producto de accidentes de tránsito. Si veo muertos reales se graban en mi mente y no me permiten dormir, ya que se me presentan constantemente en sueños. Debe deberse a algo psicológico. Pero también soy medio masoquista al respecto. De lo contrario mis películas no irían por ese lado.
¿Ha tenido alguna experiencia con “el más allá”?
Bueno, cuando niño tuve una, o creí tenerla. Una noche mientras dormía, o mientras intentaba hacerlo, se apareció frente a mí un primo con el cual esa misma tarde, en medio de un partido de fulbito, había tenido un conflicto. Resulta que al despertarme me enteré que el susodicho acababa de fallecer. Mi primo quería irse en paz conmigo. Ya de adulto me pasó algo aún más curioso. Durante la filmación de Jarjacha tuvimos que ir al cementerio para grabar una escena con una tumba en particular. Se nos dijo que antes de filmar sería bueno dedicarle un rezo al difunto que la ocupaba, pero no creí necesario hacerlo. Al día siguiente amanecí enfermo, sin razón aparente. Llegué hasta el hospital, y nadie daba con mi mal. Felizmente, ya no me pasan ese tipo de cosas. De lo contrario, éstas darían fuerza a todo lo q tengo en la mente. Tal vez me convencería erróneamente de que esas imágenes son reales y no sé que podría pasar.
Una de las actrices de Lágrimas de fuego, luego de interpretar a una desequilibrada mental enloqueció hasta la muerte. Posteriormente, uno de los actores de Jarjacha: El Demonio del Incesto falleció una vez estrenada la película. Recientemente, una vez finalizado el rodaje de Almas en pena, la ficción se trasladó a la realidad cuando un camión se desbarrancó con personas del equipo técnico a bordo, luego de haber filmado una escena en la que ocurría algo similar semanas atrás. Pareciera que sobre sus películas cae una especie de maldición.
Es extraño, no sé como definir lo que ocurre con mis películas. Contrario a lo que puedan creer, yo no soy supersticioso. Solo respeto mucho a los muertos.
Diego Cabrera.
(Entrevista Extraída de la revista Curiocity, octubre 2006)
Exacto, y por eso la gente del ande vive más atemorizada. Es como si nos gustara sentir miedo. De otra manera no se puede entender el que abarroten las salas de cine para aterrorizarse. Es una especie de catarsis. Sentir miedo y pensar que has convivido con el terror o con la muerte, es algo familiar para nosotros. En Lima se convive de otra manera con el terror. Acá se siente menos. Mira la prensa sensacionalista por ejemplo. Siento que la gente cada vez se asusta menos. Para asustar tienes q recurrir a otras fórmulas.
En ese sentido, hacer terror es bastante complicado Sin embargo, usted insiste (risas) Y ahora es el turno de la Casa Matusita. Supongo que filmarla habrá sido uno de sus principales motivos para mudarse a la capital. ¿Cómo así surge el interés por ese fantasmagórico lugar?
Yo vengo a Lima desde hace tiempo. Mis hermanos viven acá, pero desde hace un año decidí mudarme con ellos para abocarme de lleno en el proyecto. Me dio curiosidad el temor que ese lugar despertaba en los limeños. Me llamó la atención como es que, habiendo tanta gente hacinada en Lima, nadie se atreva a habitar esa casa. Mi intención era aclarar ese miedo.
¿Y cómo va el proyecto?
Lamentablemente hemos tenido muchos obstáculos, tanto a nivel presupuestal como logístico. El local está clausurado, así que es imposible filmar en su segundo piso. Ahora pienso armar un escenario parecido y enfocar la parte exterior, pero hay complicaciones legales al respecto.
Hemos hablado de temores andinos y urbanos de manera general, pero no de los suyos en particular. ¿Podría contarnos qué le atemoriza?
Siempre he sido una persona timorata. Le temo sobre todo a tres cosas: a los perros, a las mujeres y a los fantasmas. En el primer caso, resulta que los perros y sus colmillos tienen cierta afinidad conmigo, por ello, al verlos, procuro cruzar a la vereda de enfrente. Con respecto a la mujer, me baso en la experiencia para afirmar que una mujer despechada es altamente peligrosa. Cuando están cargadas de emotividad, cuando están cegadas, son capaces de cometer los crímenes más horrendos. En el caso de los fantasmas, me sucede algo curioso: no puedo asistir a funerales, ni a sepelios, y mucho menos darme el lujo de complacer mi morbo viendo muertos producto de accidentes de tránsito. Si veo muertos reales se graban en mi mente y no me permiten dormir, ya que se me presentan constantemente en sueños. Debe deberse a algo psicológico. Pero también soy medio masoquista al respecto. De lo contrario mis películas no irían por ese lado.
¿Ha tenido alguna experiencia con “el más allá”?
Bueno, cuando niño tuve una, o creí tenerla. Una noche mientras dormía, o mientras intentaba hacerlo, se apareció frente a mí un primo con el cual esa misma tarde, en medio de un partido de fulbito, había tenido un conflicto. Resulta que al despertarme me enteré que el susodicho acababa de fallecer. Mi primo quería irse en paz conmigo. Ya de adulto me pasó algo aún más curioso. Durante la filmación de Jarjacha tuvimos que ir al cementerio para grabar una escena con una tumba en particular. Se nos dijo que antes de filmar sería bueno dedicarle un rezo al difunto que la ocupaba, pero no creí necesario hacerlo. Al día siguiente amanecí enfermo, sin razón aparente. Llegué hasta el hospital, y nadie daba con mi mal. Felizmente, ya no me pasan ese tipo de cosas. De lo contrario, éstas darían fuerza a todo lo q tengo en la mente. Tal vez me convencería erróneamente de que esas imágenes son reales y no sé que podría pasar.
Una de las actrices de Lágrimas de fuego, luego de interpretar a una desequilibrada mental enloqueció hasta la muerte. Posteriormente, uno de los actores de Jarjacha: El Demonio del Incesto falleció una vez estrenada la película. Recientemente, una vez finalizado el rodaje de Almas en pena, la ficción se trasladó a la realidad cuando un camión se desbarrancó con personas del equipo técnico a bordo, luego de haber filmado una escena en la que ocurría algo similar semanas atrás. Pareciera que sobre sus películas cae una especie de maldición.
Es extraño, no sé como definir lo que ocurre con mis películas. Contrario a lo que puedan creer, yo no soy supersticioso. Solo respeto mucho a los muertos.
Diego Cabrera.
(Entrevista Extraída de la revista Curiocity, octubre 2006)
Las fotos correponden a dos escenas de la película Almas en pena y al rodaje de Jarjacha: El Demonio del Incesto, respectivamente.
Crítica Jarjacha: El Demonio del Incesto
Dirección: Mélinton Eusebio
Protagonistas: César Noa Sebastián Macario, Ivón Flores Pacheco, Nilo Escriba Palomino, Mélinton Eusebio, Edgar palomino Medina, Editt Torres, Rolando Quispe.
Año: 2002
Durante el último año el video digital se ha convertido en el soporte fundamental de varios nuevos y jóvenes directores peruanos, quienes con talento o sin él, se han abocado a la realización de películas de diversas temáticas.
Uno de estos incipientes videastas es el ayacuchano Mélinton Eusebio Ordaya, quien presentó su largometraje "Jarjacha: El Demonio del Incesto" fuera del circulo comercial. La primera impresión que nos deja su trabajo es la de estar ante un realizador amateur cuya discreta vocación artesanal se nota en cada plano. Lo que nos lleva también a considerar que se trata de un autodidacta con un marcado interés en el género fantástico.
La suya es una cinta que apela a conocidas fórmulas de la narrativa sobrenatural. Para el caso, tres estudiantes universitarios que arriban a una lejana comunidad campesina con la finalidad de estudiar el nivel de pobreza de sus habitantes. Y como en cualquier típico relato de terror, los jóvenes encuentras un lugar con la atmósfera enrarecida, en el que la gente se comporta de manera extraña.
Poco a poco los forasteros van descubriendo que la conducta incestuosa de más d eun campesino genera la aparición de los "jarjachas", personas cuya pecaminosa conducta los hace ser considerados como demonios por cierta tradición mitológica andina. Estas personas se transforman en llamas tras la culminación del pecado y emiten unos gemidos similares a los de estos lanudos mamíferos.
Pese a la modestia de recursos, la planificación del relato denota en Eusebio Ordaya una preocupación por generar tensión y, sobre todo, darle un gran vuelo dramático terrorífico a la historia a partir de la exposición de los "jarjachas". Sin embargo, el realizador no puede evitar que el amateurismo se imponga. No solamente a nivel de las actuaciones, que son muy débiles (estamos ante actores no profesionales), sino también en la propia puesta en escena, en la que hay visibles problemas de ritmo y continuidad.
Habrá que esperar futuras películas del videasta para ver si es capaz de superar el modesto nivel artesanal de "Jarjacha..." y ver si se puede empezar a hablar de un realizador a tomar seriamente en cuenta.
Enrique Silva
(Crítica extraída de la revista Tren de sombras Nº 01,marzo 2004)
Crítica Almas en pena
Director: Mélinton Eusebio
Año: 2005
Cuando uno se enfrenta a un película surgida desde un núcleo cultural distinto del nuestro (el occidental), es necesario tomar en cuenta nuestra propia posición de lectura, el lugar desde el cual la estamos apreciando (y juzgando). Eso, por supuesto, si la película lo permite. En Jarjacha, el demonio del incesto (2002), Mélinton Eusebio se había apropiado de una figura clave de la cosmovisión andina (el mítico Jarjacha, cuyo conocimiento resultaba esencial para comprender a cabalidad la película) para ponerlo al servicio de un proyecto mayor: la mirada nunca certera de la realidad andina a los ojos occidentales.
Cuando uno se enfrenta a un película surgida desde un núcleo cultural distinto del nuestro (el occidental), es necesario tomar en cuenta nuestra propia posición de lectura, el lugar desde el cual la estamos apreciando (y juzgando). Eso, por supuesto, si la película lo permite. En Jarjacha, el demonio del incesto (2002), Mélinton Eusebio se había apropiado de una figura clave de la cosmovisión andina (el mítico Jarjacha, cuyo conocimiento resultaba esencial para comprender a cabalidad la película) para ponerlo al servicio de un proyecto mayor: la mirada nunca certera de la realidad andina a los ojos occidentales.
Esa tensión cultural irresuelta no está presenta en Almas en pena. La película parece inscribirse deliberadamente dentro del sistema “película de terror”, y cumple con las reglas (y encuentra las limitaciones) que le impone el género. Es cierto que nunca debemos juzgar un texto (escrito, fílmico o de cualquier tipo) por lo que no es, así que centrémonos en su propia premisa y veamos qué encontramos a la luz de ese marco. Como película de terror, Almas en pena no presenta ninguna variación que la haga más interesante que cualquier película convencional del género: Eusebio, el protagonista, tiene la indeseable capacidad de ver a personas muertas, explotado incluso en blockbusters tan deleznables y previsibles como El sexto sentido. Ese tópico inicial no es utilizado como un pretexto que permita ofrecer una perspectiva personal del género, y mucho menos sirve como puente para reelaborar el tema de los fantasmas y las apariciones bajo los códigos de la cultura del universo representado (el mundo andino).
A pesar de todo, Eusebio se da maña para romper con los parámetros que se impone. Y esto ocurre con la aparición de Arcadio, un hombre ambicioso, con cierto poder y dinero, que no duda en matar para cumplir con sus ambiciones. La ruptura del orden que sufre la sociedad con los crímenes de Arcadio es narrada con energía y vitalidad, y consigue momentos de alta tensión dramática. A la película le bastan un par de escenas para transmitir la complejidad de una realidad en que la justicia no existe (y la impunidad depende del azar: en este caso, un sombrero que cae azarosamente por un precipicio en el momento del crimen). Esta anécdota, de lejos lo más logrado e interesante de Almas en pena, tiene además la virtud de encajar a la perfección dentro de la historia principal que se está relatando. El problema es que no consigue enriquecer dicha historia, no le da ningún matiz (difícilmente lo más alto al servicio de lo más bajo dará buenos resultados).
A pesar de que con las dos películas mencionadas, el director parece haber optado por un camino que lo limita (el género de terror), cuando burla el esquema y se aproxima al realismo (como con Arcadio), salta a la vista que tiene el suficiente talento y capacidad como para lograr resultados mayores. Esperemos que en algún momento decida quitarse ese corsé genérico que por ahora es al mismo tiempo su sustento y su limitación.
Francisco Ángeles
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